Sí, los futbolistas no sólo tienen que jugar futbol. También tienen que hacer Relaciones Públicas.

Y no me refiero, necesariamente, a los actos protocolarios que los jugadores de Chivas tienen que hacer por Marketing, sino a su relación en general con los medios, los aficionados, las empresas, etc.

Los futbolistas, tal como los políticos, los directivos de empresas, los artistas, etc. son figuras públicas y deben de saber que  el escrutinio de su imagen no sólo se limita a lo que haces en la «cancha» sino a lo que «dices» fuera de ella.

El jugador de la Selección Mexicana de futbol, Nery Castillo, nos dio ayer un gran ejemplo del total descuido que hay de las Relaciones Públicas, la imagen y el discurso en estos medios deportivos profesionales.

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En una conferencia de prensa con  la Selección, Nery se enojó porque lo cuestionaban, criticó a los periodistas porque, según él, no están capacitados para hablar de futbol, insinuó que estar en Europa es mejor que en este, el país al que representa en la Selección y hasta retó a golpes a un reportero con todo e insultos.

Como quien dice, a Nery lo agarraron «fuera de lugar» y su desempeño «mediático» merecería «tarjeta roja» como «vocero» de un equipo, que supuestamente debe ser un ejemplo para los niños y jóvenes del país.

No obstante, la situación de Nery la comparten frecuentemente muchos otros jugadores y Directores Técnicos del futbol mexicano. Podrán hacer trucos con el balón, pero el micrófono nomás no saben controlarlo.

Y no se trata sobre si Nery u otro futbolista que se haya peleado con los medios tenía razón o no. Al final un buen buen consultor en Comunicación y Manejo de Medios puede enseñarles que TODO se puede decir, pero lo que importa más es el CÓMO se diga.

Los directivos de la Federación Mexicana de Futbol y de los equipos deberían invertir en preparar a sus ejecutivos, directores y futbolistas para que puedan expresarse con inteligencia y prudencia.

Y es que tal vez los futbolistas no se den cuenta, pero al final sus «declaraciones» también influyen en la cancha, ya que solitos se aumentan la presión mediática o social o hasta se generan enemistades internas que sólo llevan a la falta de unidad y al boicoteo del juego de equipo.